“El pan mismo
de poderosos”
He
querido hacer un paréntesis en las investigaciones sobre los vástagos de los
Nefilim, y detenerme en la importancia de la Nación de Israel. Cómo hemos
analizado, tras los 40 años de peregrinaje por el desierto, IEVE convirtió a
los guerreros israelitas en seres indomables y poderosos, capaces de derrotar a
las últimas ciudades de gigantes y exterminar a sus habitantes. La generación
de israelitas que cruzó el Jordán era muy distinta a la que pereció en el
desierto. Bajo el acaudillamiento de Josué, los israelitas acabaron con la
hegemonía cananea, derrotando a 31 reyes en el transcurso de unos seis años.
(Jos 12:7-24.) Muchos de éstos reyes eran los referidos gigantes de las
entradas anteriores.
Ciertamente
se necesitaba una generación con una mentalidad distinta, con más fe y más pura.
La generación que dudó de la capacidad de IEVE para derrotar a los gigantes
claramente no podía cruzar el Jordán. IEVE entonces decidió privilegiar a los pequeños,
y a los no nacidos, quienes aprovecharían los 40 años de viajes en círculo por
el desierto como un duro entrenamiento para ser unos guerreros indomables y
tenaces tras la finalización de los 40 años de prueba. Al principio IEVE pudo
haber derrotado él mismo con su poder a los reyes Anaquim y Refaím, pero quiso
demostrar el poder de su pueblo elegido, y conseguir que en la mayoría de los
casos, las mismas fuerzas militares israelitas fueran las que pudiesen acabar
con los gigantes.
Para
que los niños israelitas y los no nacidos se beneficiaran y se prepararan para
lo que acontecería, Dios estableció dos elementos importantes para lograr que
la raza judía fuera realmente un "pueblo especial", un pueblo
escogido y preparado por Dios, diferente a todas las otras naciones
degeneradas, e incluso más preparado que los últimos descendientes del cruce
ilegal de los ángeles y las mujeres. La primera ayuda vendría a través de la
circuncisión, el cual es un punto que merece un capítulo aparte. La otra ayuda
vendría a través de la alimentación.
Sí,
del consumo de un alimento de origen no
humano que a fuerza de consumirlo por
40 años tendría un efecto especial en los organismos de los niños israelitas y
de toda la nueva generación por llegar. Esto era justo por parte de Dios, ya
que los últimos vástagos de los Nefilim tenían una ventaja. Tenían parte de la
herencia de los ángeles y por eso IEVE quiso igualar las fuerzas para que la
nueva generación de israelitas tuviera una conquista justa a través de sus
propias manos.
El Pan del cielo
"Y
los hijos de Israel comieron el maná durante cuarenta años, hasta su llegada a
una tierra habitada. El maná fue lo que comieron hasta su llegada a la frontera
de la tierra de Canaán".- (Éx 16:35.) El Maná fue el alimento principal de
los israelitas durante los cuarenta años que vagaron por el desierto. Sobre
éste alimento especial, una Obra de consulta comenta:
"El
maná era “blanco como la semilla de cilantro” y tenía el “aspecto” del bedelio,
una sustancia transparente, similar a la cera, con una forma parecida a la de
una perla. Su sabor era comparable al de “tortas aplastadas con miel” o “una
torta dulce aceitada”. Después de molerse en un molino de mano o machacarse en
un mortero, se hervía, o bien se hacían con él tortas y se horneaba. (Éx 16:23,
31; Nú 11:7, 8.) No hay ninguna sustancia natural conocida hoy en día que
encaje en todo respecto con la descripción bíblica del maná, por lo que hay
poca base para identificarlo con algún producto conocido. Esto se debe especialmente
al aspecto milagroso implicado en la provisión divina del maná. La disponibilidad
del maná no dependía de la época del año o de una ubicación particular en el
desierto".
Claramente
el maná tenía de forma especial todos los elementos, nutrientes y propiedades
de toda la variedad de alimentos que poseemos. Pero además, otorgaba algo muy
especial. Una energía y vitalidad proveniente de los mismos ángeles. Esto lo
declara la Biblia cuando se dice sobre el maná: El salmista llamó al maná “el
grano del cielo” (Sl 78:24), “pan del cielo” (Sl 105:40) y también le llamó de
ésta forma particular:
“Los
hombres comieron el pan mismo de poderosos” (Sl 78:25). La expresión “Poderosos”,
quiere decir “sobrehumanos”. Heb. ab·bi·rím; LXXSyVg: “ángeles”; T: “(que
descendieron de) la habitación de los ángeles”.
Esto
muestra que Dios usó medios angélicos para proveerlo a los israelitas. (Compárese
con Gál 3:19.) Además, puesto que el cielo es la morada de los “poderosos”, la
expresión “pan mismo de poderosos” señala a su origen celestial.
No
podemos afirmar cien por ciento que los ángeles consuman una especie de maná en
su estado celestial (en forma espiritual), pero claramente ellos lo “fabricaban”,
ya sea al materializarlo o al hacerlo descender sobre la tierra, para que los
humanos lo consuman. El punto es que la generación de niños israelitas fue
formada y alimentada con un alimento proveniente de los mismos ángeles y que
sin duda, les otorgó gran poder y longevidad. El Maná les sirvió de alimento
hasta que entraron en Canaán, en el año 1473 a. E.C y “Entonces el maná cesó al
día siguiente cuando hubieron comido del fruto de la tierra, y no ocurrió más
maná para los hijos de Israel, y empezaron a comer del producto de la tierra de
Canaán aquel año” (Josué 5:12). No obstante, de vez en cuando, al parecer los ángeles
dieron a los profetas algún alimento parecido, o quizás con los elementos del
mismo Maná. Notemos la capacidad de éste extraño alimento.
“Por fin se acostó y se quedó dormido debajo de la retama. Pero, ¡mire!,
ahora estaba tocándolo un ángel. Entonces este le dijo: “Levántate, come”.
Cuando él miró, pues, allí junto a su cabeza estaba una torta redonda sobre
piedras calentadas, y una jarra de agua. Y él se puso a comer y beber, después
de lo cual volvió a acostarse. Más tarde el ángel de IEVE volvió por segunda
vez y lo tocó y dijo: “Levántate, come, porque el viaje es demasiado para ti”.
Por lo tanto él se levantó y comió y bebió, y siguió
yendo por el poder de aquel alimento durante cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña del Dios [verdadero], Horeb".- 1 Reyes19:
5-8
Notemos
como Elías pudo sobrevivir “por el poder de
aquel alimento” por 40 días sin comer ni
beber. Un alimento con grandes propiedades energéticas que funcionaba de forma
plena en las personas de buen corazón. Muchos años antes, sobre los israelitas
fieles que viajaron por el desierto, el maná también tuvo efectos semejantes. Caleb
fue el único de aquella generación adulta, además de Josué y algunos levitas,
que entró en la Tierra Prometida en el año 1473 a. E.C. Solo éstos hombres, y
el resto de los niños pudieron entrar. Pero notemos cómo el maná había
sostenido la vida de Caleb y Josué por 40 años (similar a los 40 días que
sostuvieron a Elías). Seis años más tarde, cuando tenía ochenta y cinco años,
Caleb dijo: “Ahora sucede que IEVE me ha conservado vivo, tal como prometió,
estos cuarenta y cinco años desde que IEVE hizo esta promesa a Moisés cuando
Israel andaba en el desierto, y ahora me veo aquí hoy con ochenta y cinco años
de edad. Sin embargo, hoy me hallo tan
fuerte como el día en que Moisés me envió. Como era mi poder entonces, así es
mi poder ahora para la guerra, tanto para salir como para entrar”. (Jos 14:6-11.) ¡Cuánto más poder también adquirió la joven
generación de jóvenes fieles que fueron alimentados con el pan de los ángeles!
Ahora había justicia plena. Satanás y sus ángeles le habían otorgado poder
indebido a una raza de gigantescas criaturas. Pero ahora los mismos ángeles
fieles recibieron la orden de IEVE para entregar su alimento a los niños
israelitas.
Ahora
no lo harían a través de un cruce ilegal genética, sino mejorando la propia constitución
física, mental, moral y espiritual del pueblo elegido. De ésa forma
erradicarían a las razas ilegales y prepararían la zona de Israel para una
futura aparición del Hijo de Dios en la Tierra. A pesar de que el pecado, la
rebelión (y ya no ser el pueblo de Dios), y siglos de distintas mezclas con
otros pueblos, la raza judía aún mantiene en pequeña escala a nivel celular ese
regalo que adquirió durante esos 40 años en el desierto. De forma degenerada,
aún los judíos (como pueblo a nivel general) son considerados una de las razas
humanas más inteligentes del planeta. El aporte cerebral de los judíos a la
cultura humana ha sido fundamental. Una decena de personajes claves en la
ciencia, en las artes y en los negocios, entre los cuales está A. Einstein, han
sido judíos. Adolf Hitler sabía de ésta extraña condición de los judíos y quiso
estudiarlos en los campos de concentración, para luego exterminarlos ya que los
consideraba una competencia para su dominación mundial. Y los Estados Unidos
han sabido sacar provecho de los judíos para lograr sus planes de expansionismo
global.
IEVE
claramente producirá en la nueva tierra una sociedad mucho mejor que el pueblo
judío. Quizás durante la etapa más crítica de la gran tribulación, los ángeles
volverán a dar el “pan del cielo” para sostener la vida de los fieles, e
introducirlos en una nueva tierra, en dónde la humanidad logrará la perfección.
FINAL DE LA PARTE 9ª
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